jueves, 19 de enero de 2012

SIN CONCIENCIA (6)

Dr. Robert Hare
Sin Conciencia – El inquietante mundo de los psicópatas que nos rodean
Without Conscience: The Disturbing World of the Psychopaths Among Us (1993 y 1999)

Capítulo 8
PALABRAS EXTRAÑAS PERO CONVINCENTES

Una cuestión recorre casi todas las historias que nos cuentan las víctimas de los psicópatas: «Cómo pude haber sido tan estúpido? ¿Cómo pude creer tal sarta de mentiras?».
Y cuando no son las víctimas las que se hacen estas preguntas, son los demás: «¿Cómo has podido tragarte todos sus cuentos de esa manera?». Y la respuesta característica es: «Tenías que haber estado allí. Parecía lo más razonable, lo más coherente del mundo». De ello podemos deducir que si hubiésemos estado allí nos habrían tomado el pelo de la misma forma.
Algunas personas son demasiado ingenuas, blancos perfectos para cualquier charlatán que se les acerque. Pero ¿y el resto de nosotros? El hecho es que todos somos vulnerables. A poca gente se la puede considerar tan sofisticada y perceptiva como para no caer en las maquinaciones de un psicópata. Incluso nosotros, los que los estudiamos, no somos inmunes; ya he puesto de manifiesto en capítulos anteriores que a mis estudiantes y a mí mismo nos engañan de vez en cuando, incluso cuando somos conscientes de que tratamos con un posible psicópata.
Por supuesto, la mentira patológica y la manipulación no son aptitudes reservadas a los psicópatas. Lo que les hace diferentes es la facilidad con la que mienten, la dominación del engaño en sus vidas y la insensibilidad con la que lo llevan a cabo.
Pero hay algo más sobre el discurso de los psicópatas que es igualmente sorprendente: muchas veces pasa desapercibido su frecuente uso de afirmaciones contradictorias y carentes de toda lógica. Como veremos a continuación, algunas recientes investigaciones sobre el lenguaje de los psicópatas proporcionan las claves para la resolución de este enigma y también ofrecen una explicación a la asombrosa habilidad de los psicópatas para manejar las palabras (y, por tanto, a las personas). Pero primero veamos algunos ejemplos que ilustran este punto (los tres primeros pertenecen a delincuentes que puntuaron alto en el Psychopathy Checklist):
— Cuando se le preguntó a un recluso que cumplía condena por robo si alguna vez había cometido un acto delictivo, respondió: «No, pero una vez tuve que matar a un hombre».
— Una mujer con una impresionante carrera, repleta de fraudes, engaños, mentiras y promesas rotas concluyó en una carta dirigida al comité de concesión de la libertad condicional que: «He fastidiado a muchas personas. [...] Una vale lo que vale su reputación y su nombre. Mi palabra vale tanto como el oro».
— Un hombre que cumplía condena por robo replicó al testimonio de un testigo: «Está mintiendo. Yo no estaba allí. Tenía que haberle volado la maldita cabeza».
— En un programa de televisión sensacionalista se entrevistó a un estafador de mujeres mayores. Cuando el presentador le preguntó: «¿Dónde pone la línea entre el bien y el mal?», él contestó: «Tengo mi moral, lo crea o no, tengo mi moral». El entrevistador le volvió a preguntar: «¿Y dónde pone la línea?». El contestó: «Esa es una buena pregunta. No estoy evitando responder, pero es que es una buena pregunta». Cuando se le preguntó: «¿Lleva en estos momentos en su maletín formularios para la entrega de poderes notariales?», su respuesta fue: «No, no los llevo encima, pero sí están en mi maletín, sí».
— Cuando se le preguntó a Ted Bundy cómo había afectado a su vida el consumo de cocaína, respondió: «¿Cocaína? Nunca la he tomado. [...] Nunca la he probado siquiera. Creo que la he probado alguna vez, pero no me hizo ningún efecto. Sólo esnifé un poco. No me lío con ella. Es demasiado cara. Supongo que si estuviese en la calle y tuviese suficiente, me engancharía. Pero yo soy un hombre de marihuana. Todo lo que hago es. [...] Me encanta fumarme un canuto. Y los valiums. Y, por supuesto, el alcohol».
Analicemos los párrafos anteriores: no sólo hay mentiras, sino también afirmaciones contradictorias. Sorprendente. Es como si los psicópatas tuvieran a veces dificultades para controlar su propio discurso. A consecuencia de ello, dejan ir un aluvión inconexo de palabras y pensamientos.

Por supuesto, las palabras no surgen de nuestra boca por sí solas. Son el resultado de una actividad mental muy complicada. Esto suscita la interesante posibilidad de que, como sucede con la mayor parte de su conducta, los procesos mentales de los psicópatas estén muy mal regulados y no se rijan por las reglas habituales. Hablaremos de esta hipótesis en los próximos apartados, que evidencian que los psicópatas se diferencian de los demás en la manera en que está organizado su cerebro y en las conexiones entre palabras y emociones.
En el próximo capítulo trataré un tema relacionado con esto: por qué el que escucha no se da cuenta de las peculiaridades verbales del psicópata.

¿Quién está al mando?

En la mayor parte de la gente las dos partes del cerebro tienen funciones diferentes y específicas. El hemisferio izquierdo está especializado en procesar la información de forma analítica y secuencial y desempeña un papel crucial en la comprensión y el uso del lenguaje.
El hemisferio derecho procesa la información simultáneamente, como un todo; desempeña un papel muy importante en la percepción espacial, la imaginación, la experiencia emocional y el procesamiento de la música.
Probablemente, la naturaleza organizó el cerebro de esta forma para una mayor eficiencia. Por ejemplo, para las operaciones mentales complejas es claramente más efectivo usar y entender el lenguaje desde un lado del cerebro que desde los dos. En este último caso, la información tendría que ir y venir de un hemisferio a otro, lo que retardaría el ritmo de procesamiento y, a la vez, incrementaría las posibilidades de error.
Más aún, alguna parte del cerebro tiene que tener el control primario de la tarea; si las dos partes del cerebro estuviesen a cargo de ello por igual, competirían y el conflicto reduciría la efectividad del procesamiento. Algunas formas de dislexia y tartamudeo, por ejemplo, están asociadas a tal condición: los centros del lenguaje son bilaterales, es decir, están situados en ambos hemisferios. La competencia entre los dos hemisferios explica muchas de las dificultades existentes en la comprensión y producción del lenguaje.
Existe nueva evidencia experimental que sugiere que el procesamiento bilateral del lenguaje es una característica propia de los psicópatas. Esto me lleva a especular que parte de la tendencia de los psicópatas a hacer afirmaciones contradictorias está relacionada con esa ineficiente «jerarquía de autoridad» —cada hemisferio trata de dirigir la función y, al final, el habla no está ni bien integrada ni bien controlada.
Por supuesto, hay otros grupos de personas con un lenguaje de tipo bilateral —algunos tartamudos, disléxicos o zurdos—, pero no mienten y se contradicen como lo hacen los psicópatas. Sin duda, debe de haber algún otro fenómeno implicado en el lenguaje de los psicópatas.

Palabras vanas

La mayoría de la gente que ha trabajado con psicópatas tiene la intuición de cuál es esa diferencia de la que hablamos. «Siempre me estaba diciendo cuánto me quería y al principio le creí, incluso después de que le pillase tonteando con mi hermana —decía la esposa burlada de uno de nuestros sujetos psicópatas— Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que no le importaba en absoluto. Siempre que me pegaba decía después: "Lo siento de verdad, cariño. Sabes que te quiero". ¡Y hasta esa frase la había sacado de una película barata!»
A los clínicos no les sorprende que los psicópatas hablen así. Hace tiempo que sabemos que conocen el significado de las palabras, pero fallan a la hora de comprender o apreciar su valor o significación emocional. Veamos las siguientes citas de la bibliografía clínica sobre la psicopatía:
— «Conoce la letra, pero no la melodía de la canción».
— «No entiende lo que es compartir significados en un sentido emocional; sólo conoce el significado del diccionario de las palabras.»
— «[Él] muestra mucha facilidad de palabra, pero con palabras que significan poco para él. Son forma sin sustancia. [...] Su aparente buen juicio y sentido social son sólo una fachada de palabras.»
Estas observaciones clínicas dan directamente en el blanco del misterio de la psicopatía: su lenguaje tiene dos dimensiones y le falta la emocional.
Una sencilla analogía nos ayudará a entenderlo. El psicópata es como una persona con daltonismo que ve las cosas en tonalidades grisáceas, pero que ha aprendido a manejarse en un mundo de colores. Ha aprendido que la señal roja de los semáforos es la que está arriba.
Cuando una persona daltónica nos dice que se ha parado ante el semáforo en rojo, quiere decir que se ha parado ante la luz superior del semáforo. Estas personas tienen un problema para distinguir los colores, pero han aprendido formas de compensar su problema y, en algunos casos, incluso algunos amigos suyos desconocen que no distinguen los colores.
Como las personas daltónicas, los psicópatas carecen de un importante elemento experiencial —en este caso, la experiencia emocional—, pero pueden aprender las palabras que usan los demás para describir las experiencias que ellos no pueden entender. Como decía Cleckley, «pueden aprender a usar las palabras adecuadas [...] [y] aprenderán a reproducir apropiadamente toda la pantomima del sentimiento, [...] pero el sentimiento en sí mismo no aparece por ningún lado».
Una reciente investigación de laboratorio apoya estas observaciones clínicas. Esta investigación está basada en la evidencia de que, para la gente normal, las palabras neutrales suelen dar menos información que las emocionales: una palabra como PAPEL tiene un significado de diccionario, mientras que la palabra MUERTE tiene, además del significado del diccionario, uno emocional con connotaciones desagradables. Las palabras emocionales tienen más efecto en nosotros que las demás.

Esta deficiencia (la ausencia de los aspectos ‘de sentimiento’ en el lenguaje) tiene implicaciones fascinantes, especialmente cuando consideramos el contexto de las interacciones sociales de los psicópatas: su engaño y su manipulación no se ven inhibidos por la empatía o la conciencia. Para la mayoría de nosotros, el lenguaje tiene la capacidad de suscitar poderosas emociones. Por ejemplo, la palabra cáncer evoca no sólo una descripción clínica de una enfermedad y sus síntomas, sino sensaciones de miedo, aprensión o preocupación, y quizás unas imágenes mentales molestas. Pero para el psicópata son sólo palabras.

La tecnología de representación del cerebro con imágenes nos ofrece nuevas posibilidades para el estudio de la mente de los psicópatas. En una investigación llevada a cabo por los hospitales Mount Sinai y Bronx VA de Nueva York y dirigida por el psiquiatra Joanne Intrator, obtuvimos imágenes cerebrales de individuos normales y de psicópatas mientras llevaban a cabo una serie de tareas. Los hallazgos preliminares (del estudio piloto, presentado en el encuentro anual de la Society for Biological Psychiatry y la American Psychiatric Association, en mayo de 1993) sugieren que los psicópatas pueden no estar usando las mismas áreas del cerebro que los individuos normales cuando procesan palabras emocionales. Si estos resultados se contrastasen y aplicasen a otras formas de información emocional, podríamos decir que los psicópatas difieren de los demás en las estrategias que usan para procesar el material emocional o en la manera en que están organizados los procesos de su cerebro. En todo caso, estaríamos mucho más cerca de entender el misterio de la psicopatía.

En otro apartado hablábamos del papel del «lenguaje interior» en el desarrollo y funcionamiento de la conciencia. Se trata de aquellos pensamientos, imágenes y diálogo interno que hacen posible que tengamos conciencia, el más poderoso control de nuestra conducta. La conciencia genera culpa y remordimientos ante las transgresiones. Eso es algo que los psicópatas no pueden entender. Para ellos, la conciencia es poco más que una comprensión intelectual de las normas que otros se inventan, es decir, palabras vacías. Los sentimientos que se necesitan para dar valor específico a esas reglas simplemente no están.
La cuestión es: ¿por qué?

Por debajo del nivel de la pobreza emocional

Si el lenguaje de los psicópatas es bilateral —controlado por ambos hemisferios del cerebro— es posible que tengan también bajo control bilateral otros procesos normalmente controlados por un solo hemisferio. De hecho, aunque en la mayoría de la gente la parte derecha del cerebro tiene un papel principal en la emoción, estudios recientes indican que en el psicópata ninguno de los dos hemisferios procesa eficientemente las emociones. El porqué de este hecho es todavía un misterio. Pero la implicación más intrigante es que los procesos cerebrales que controlan las emociones del psicópata están divididos y no focalizados, lo que lleva a una vida emocional superficial y sin color.
Ted Bundy se indignaba cuando alguien le llamaba robot emocional, vacío de alma. «¡Qué lejos están de la verdad! —dice—. Si piensan que no tengo vida emocional, qué equivocados están. Absolutamente equivocados. La tengo y es muy real y muy plena.» Sin embargo es evidente, por sus otros comentarios y por las frívolas explicaciones que da de sus asesinatos, que la descripción es correcta. Como todos los psicópatas, Bundy sólo tiene una vaga comprensión del extremo al que llega su pobreza emocional.
Mucha gente se ve atraída por los movimientos poppsych, que enfatizan la búsqueda de la autocomprensión: «ponerte en contacto con tus sentimientos». Para los psicópatas, este ejercicio —como la búsqueda del Santo Grial— está condenado al fracaso. En ese análisis ulterior, su autoimagen está definida más por sus posesiones y otros signos de éxito y poder que por el amor y la compasión, que son abstracciones que tienen muy poco significado para ellos.

Discurso fragmentado

Aunque algunos psicópatas mienten mucho, no siempre son los mentirosos habilidosos que creemos que son. Como hemos dicho antes, su discurso está lleno de incoherencias y contradicciones. Los psicópatas juegan a una especie de Scrabble mental, pero a veces lo hacen tan mal que fracasan en integrar las piezas en un todo coherente y su discurso resulta fragmentado e incompleto, en el mejor de los casos.

La mayor parte de la gente es capaz de combinar ideas de manera que sean coherentes con un argumento subyacente, pero los psicópatas tienen muchas dificultades para hacerlo. Esto explica el porqué de las enormes incoherencias y contradicciones que frecuentemente caracterizan su diálogo. Esta hipótesis también explica el uso de neologismos (combinación de componentes básicos de las palabras —sílabas— con una lógica personal que los demás entienden como inapropiada).
Se trata de algo similar a grabar dos escenas contiguas de una película. En una llueve y en la siguiente, que supuestamente sucede unos minutos más tarde, brilla un sol radiante.
Si el director no se da cuenta de la incongruencia y monta la película con esas dos escenas, la historia será poco creíble. Algunos espectadores, como algunas víctimas de los psicópatas, pueden no darse cuenta de la discrepancia, especialmente si están implicados en la acción.
Otro punto sobre la manera en que los psicópatas usan el lenguaje: su «software mental» no es sólo pequeño sino unidimensional, carente de significado emocional. Para la mayor parte de la gente, la elección de palabras está determinada por dos factores: el diccionario de significados y sus connotaciones emocionales. Pero los psicópatas no necesitan ser selectivos; sus palabras no tienen carga emocional y, en cierto sentido, pueden usarlas con más libertad. Pero el resultado es un discurso extraño.
Por ejemplo, un psicópata puede no ver nada malo en decirle a una mujer «Te quiero» justo después de darle una paliza o en expresar: «Tuve que darle fuerte para mantenerla a raya, pero ella sabe que la quiero». Para la mayoría de la gente, esos dos elementos —las expresiones de amor y las de ira o ataque— son lógica y emocionalmente incongruentes.
Veamos la siguiente afirmación de un hombre con una puntuación muy alta en el Psychopathy Checklist que pasó tres años en la cárcel por fraude y robo. En una ocasión, convenció a su madre viuda para que hipotecase su casa por 25.000 dólares, robó el dinero y le dejó la deuda pendiente con el banco cuando ella cobraba sólo una pequeña paga como dependienta: «Mi madre es una gran persona, pero me preocupa. Trabaja demasiado. Realmente me preocupa y voy a intentar que las cosas le sean más fáciles a partir de ahora». Cuando se le preguntó sobre el dinero que había robado dijo: «Todavía tengo una parte de la pasta. ¡Cuando salga de aquí, menuda fiesta me voy a dar!». Sus expresiones de preocupación por su madre eran incoherentes no sólo con los informes que teníamos de su conducta, sino también con los planes futuros que tenía para el dinero. Cuando se le indicó esa incongruencia, dijo: «Bien, sí, quiero a mi madre, pero ella es bastante vieja y si yo no miro por mí, ¿quién lo hará?».

¿Dónde estaba?

Sabemos que las comunicaciones de los psicópatas son, a veces, sutilmente extrañas y con una tendencia general a «irse por las ramas». Esto es, frecuentemente cambian de tema, se escapan por la tangente y fracasan a la hora de conectar las frases de una manera coherente. El argumento principal de sus conversaciones, aunque un poco inconexo, puede parecer aceptable al oyente normal. Por ejemplo, uno de nuestros psicópatas fue entrevistado por una investigadora y ésta le pidió que describiese un hecho de mucha intensidad emocional y respondió de la siguiente forma:
Bueno, es difícil. Tengo tantas. Recuerdo una vez... eh... que me pasé un semáforo en rojo y no había tráfico. Bueno, no era gran cosa, ¿no? Pues el policía empezó a fastidiarme por tonterías y me cabreó de verdad. Si es que además no me pasé el semáforo en rojo. Probablemente estaba en ámbar. [...] Así que ¿cuál era el... eh... problema? El problema con los policías es que a la mayoría... eh... les gusta alardear de poder. Hacerse el macho. Yo paso de eso. Yo soy un amante, no un macho. ¿Qué piensas tú? Quiero decir si no estuviese en la cárcel. [...] Digamos que nos conocemos en una fiesta... eh... y te pido para salir. Me juego lo que quieras que me dirías que sí, ¿verdad?
Su discurso estaba acompañado de abundantes movimientos con las manos y expresiones faciales exageradas, una actividad teatral que distrajo a nuestra entrevistadora de lo que estaba sucediendo. Sin embargo, el vídeo de la entrevista revelaba claramente a todo el mundo —incluida nuestra avergonzada entrevistadora— que el sujeto no sólo había eludido hablar del tema principal, sino que además había empujado a su interlocutora a un intercambio de coqueteos.

Los psicópatas tienen un modo particular de responder a las preguntas: nunca dejan clara la respuesta. A veces, simplemente, no responden. Por ejemplo, a uno de nuestros psicópatas se le preguntó si tenía frecuentes cambios de humor y respondió: «Eh... ¿cambios de humor? No sé. Algunas personas dicen que son muy nerviosas, pero a veces parecen muy tranquilas. Supongo que su humor sube y baja. Yo, una vez, estuve deprimido. Vino un amigo mío a ver un partido en la tele, hicimos una apuesta y él ganó. Me sentí como la mierda».
Los psicópatas hablan a veces de tal manera que es difícil seguir parte de lo que cuentan.
«Conocí a esos tipos en un bar. Uno era traficante y el otro proxeneta. Empezaron a fastidiarme y le noqueé», dijo uno de nuestros psicópatas. La duda que nos queda es: ¿a quién golpeó: al proxeneta o al traficante?
Por supuesto, en la gente normal también se dan momentos de mala comunicación, pero en muchos casos no representan más que pequeños lapsos en la concentración. Sin embargo, en los psicópatas, esos momentos son más frecuentes, más importantes y posiblemente son indicativos de un problema subyacente relacionado con una organización de la actividad mental (no su contenido) defectuosa. La manera que tienen de unir las palabras y las frases —no qué dicen en realidad— sugiere que hay una anormalidad. La comunicación de una persona esquizofrénica también es extraña, pero, como veremos a continuación, diferente a la del psicópata. Por ejemplo, uno de nuestros sujetos, al que más tarde se le diagnosticó una esquizofrenia, contestó a «Tienes muchos cambios de humor?» de la siguiente manera:
Yo creo que la vida es tan corta y que estamos aquí por tan poco tiempo... vamos a morir de todas formas... eh, sí... pasamos a un nuevo estrato y todos los problemas de este mundo se solucionan y entonces tenemos una nueva serie de problemas y de maneras de disfrutar también... cada una de ellas... eh... no es algo que pueda decir que entiendo.
Esta contestación es extraña en cuanto a la forma y en cuanto al contenido. Es difícil de entender. La respuesta del psicópata a la misma pregunta, aunque tangencial y un poco extraña, puede interpretarse como evasiva o insustancial. Podemos inferir alguna clase de significado con más facilidad que de la contestación del esquizofrénico.
Es bien sabido que los psicópatas frecuentemente fingen enfermedades mentales cuando con ello pueden conseguir algo. Por ejemplo, un recluso del que ya hemos hablado era capaz de engañar a la unidad psiquiátrica del hospital porque sabía cómo responder a las pruebas psicológicas que le administraban.

Y esto introduce otro tema importante: si su habla es a veces peculiar, ¿por qué la gente los cree? ¿Por qué no captamos su incongruencia? La respuesta más sencilla es que es difícil penetrar en su apariencia de normalidad: lo extraño de su discurso es, en ocasiones, demasiado sutil para el observador habitual y, además, lo adornan con una buena actuación. Tragamos el anzuelo no por lo que dicen sino por cómo lo dicen y por los botones emocionales que tocan cuando lo dicen.

¿Esto significa que están locos?

¡Afirmaciones contradictorias e incoherentes! ¡Pobreza emocional! Estoy seguro de que el lector se estará haciendo ahora la siguiente pregunta: ¿Esta gente no está mentalmente perturbada? ¿Hemos de volver al viejo debate del loco frente al malo?
Después de una conferencia sobre psicopatía y lenguaje que di en Florida, un psiquiatra forense se me acercó y me dijo: «Su investigación sugiere que los psicópatas están mentalmente trastornados. Quizá no sean tan responsables de su conducta como pensábamos. Hasta ahora un diagnóstico de psicopatía era como el "beso de la muerte". ¿Será a partir de ahora el "beso de la vida"?».
Interesante cuestión. Como he mencionado en más de una ocasión, los psicópatas cumplen perfectamente los requisitos legales y psiquiátricos para ser declarados mentalmente sanos. Entienden las reglas de la sociedad y el significado del bien y del mal.
Son capaces de controlar su conducta y se dan cuenta de las consecuencias potenciales de sus actos. Su problema es que, a menudo, este conocimiento no consigue detener su conducta antisocial.
De todas formas, muchos observadores sostienen que los psicópatas tienen deficiencias en ciertos mecanismos mentales y emocionales. Hablamos de los mecanismos necesarios para traducir el conocimiento de las reglas sociales en una conducta aceptable para la sociedad. Si no han podido desarrollar una conciencia, son incapaces de experimentar culpa o remordimiento y les resulta difícil controlar su conducta, entonces seguramente tienen serias desventajas comparados con los demás. Entienden las reglas intelectuales del juego, pero no las reglas emocionales. Esta moderna visión del antiguo concepto de «locura moral» puede tener sentido desde un punto de vista teórico, pero no es relevante a la hora de hacer juicios sobre su responsabilidad criminal. En mi opinión, los psicópatas saben suficientemente lo que están haciendo para ser responsables de sus actos.

El resto de las entradas sobre 'Sin Conciencia', así como más información sobre psicópatas integrados, puede encontrarse aquí.

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