viernes, 30 de diciembre de 2011

SIN CONCIENCIA (5)

Dr. Robert Hare
Sin Conciencia – El inquietante mundo de los psicópatas que nos rodean
Without Conscience: The Disturbing World of the Psychopaths Among Us (1993 y 1999)

Capítulo 5
CONTROL INTERNO: LA PIEZA QUE FALTA

Cuando te bese un bribón, cuéntate los dientes.
Proverbio hebreo

Romper las reglas.

La sociedad tiene muchas reglas, algunas formalizadas en leyes y otras consistentes en unas creencias ampliamente aceptadas acerca de lo que está bien y lo que está mal. Cada una de ellas nos protege y fortalece el entramado social. Ciertamente, el miedo al castigo nos ayuda a mantenernos a raya, pero hay otras razones por las que seguir esas normas:
—una valoración racional de las probabilidades de que nos pillen,
—una idea filosófica y teológica del bien y del mal,
—una apreciación de la necesidad de cooperación y armonía social,
—una capacidad de pensar en (y de que nos importen) los sentimientos, derechos, necesidades y bienestar de los que nos rodean.
Aprender a comportarse de acuerdo a las reglas y regulaciones de la sociedad, lo que se llama socialización, es un proceso complejo. A nivel práctico, a los niños se les enseña «cómo se hacen las cosas». Todo este proceso llamado socialización —a través de los padres, la escuela, las experiencias sociales, la formación religiosa y demás— nos ayuda a crear un sistema de creencias, actitudes y criterios personales que determinan cómo interactuamos con el mundo a nuestro alrededor. La socialización también contribuye a la formación de lo que la mayoría de la gente llama conciencia, esa voz interior que nos ayuda a resistir la tentación y a sentirnos culpables cuando no lo conseguimos. Juntas, la voz interior, las normas interiorizadas y las reglas de la sociedad actúan como la «policía interior» que regula nuestra conducta incluso en ausencia de muchos controles externos, como las leyes, la percepción de lo que los otros esperan de nosotros y los agentes de policía reales.
Sin embargo, para los psicópatas como Jeffrey (Tavo: el Dr. Hare cuenta la historia de Jeffrey, aunque aquí la he omitido), nunca se dan esas experiencias sociales que de manera natural dan lugar a la conciencia. Esas personas no poseen una voz interior que les guíe; conocen las reglas, pero siguen sólo aquellas que ellas mismas escogen, sin importarles las repercusiones que tienen en los demás. Tienen muy poca resistencia a la tentación y sus transgresiones no les provocan ningún sentimiento de culpa. Sin las ataduras de la fastidiosa conciencia, se sienten con libertad para satisfacer sus necesidades y hacer aquello que les place. Cualquier acto antisocial, desde los pequeños hurtos hasta los asesinatos sangrientos, es factible.
No sabemos por qué la conciencia del psicópata —si es que existe— es tan débil. Sin embargo, podemos establecer algunas hipótesis plausibles al respecto:
— Los psicópatas tienen pocas aptitudes para experimentar respuestas emocionales —como el miedo y la ansiedad—, que son las principales fuentes de la conciencia:51 en la mayor parte de la gente, los castigos de la primera infancia producen un vínculo entre los tabúes sociales y las sensaciones de ansiedad, un vínculo que durará toda la vida. La ansiedad asociada al castigo potencial por la realización de algo prohibido ayuda a suprimir el acto.
De hecho, la ansiedad puede ayudar a suprimir incluso la idea del acto: «Pensé en robar el dinero, pero rápidamente retiré la idea de mi mente».
Pero en los psicópatas, el vínculo entre actos prohibidos y ansiedad es débil y la amenaza de castigo fracasa a la hora de detenerlos. Quizá por esta razón, la carrera delictiva de Jeffrey parece el historial de un amnésico: ningún castigo ha tenido nunca el menor efecto para disuadirlo de gratificar sus impulsos.
— El «lenguaje interior» de los psicópatas carece del componente emocional: la conciencia depende no sólo de la habilidad para imaginar consecuencias, sino también de la capacidad mental de «hablar con uno mismo». El psicólogo ruso A. R. Luria, por ejemplo, ha demostrado que el discurso interiorizado —la voz interior— desempeña un papel crucial en la regulación de la conducta.
Pero cuando los psicópatas se hablan a sí mismos simplemente están «leyendo un guión».
Cuando Jeffrey intentó violar a la compañera de piso de Elyse, debió de pensar: «Mierda. Si sigo por aquí voy a comerme un marrón muy grande. Quizá pille el sida o ella se quede embarazada y entonces Elyse me mata» Si efectivamente esos pensamientos pasaron por su mente debieron de tener el mismo impacto emocional que si hubiese pensado: «Quizá vea el partido de béisbol esta noche». Ciertamente, nunca consideró seriamente el efecto de su conducta autogratificante en ninguna de las personas de las que se aprovechó, ni siquiera en sí mismo.
— Los psicópatas tienen muy poca capacidad para imaginarse mentalmente las consecuencias de su conducta: sí que confrontan las recompensas concretas e inmediatas con las consecuencias futuras de sus acciones, pero ganan invariablemente las recompensas.
La imagen mental de las consecuencias que causarán sus acciones en la víctima es especialmente borrosa. De esa manera, Jeffrey vio en Elyse no una compañera sino más bien un «contacto»: una fuente de cobijo, ropa, dinero, diversión y gratificación sexual. Las consecuencias de sus acciones ni siquiera entraron en su conciencia. Cuando se hizo evidente que ya no podía estrujar más la asociación con ella, sencillamente se trasladó a otra fuente de bienes.

Eligen y toman

Por supuesto, los psicópatas no son completamente ajenos al conjunto de reglas y tabúes que mantienen en pie a las sociedades. Después de todo, no son autómatas que responden sólo a las necesidades, urgencias y oportunidades momentáneas. El hecho es que son más libres que el resto de nosotros para elegir y quedarse con las normas y restricciones que les parece.
Para la mayoría de nosotros, incluso la idea de que nos critiquen —sólo imaginarlo— ya tiene el efecto de controlar nuestra conducta. Estamos, hasta cierto punto, perseguidos por cuestiones como nuestra valía personal. Como consecuencia de ello, intentamos continuamente demostrarnos a nosotros mismos que somos personas decentes, competentes y de fiar.
En contraste, el psicópata lleva a cabo su evaluación de la situación —lo que sacará de sus acciones y a qué coste— sin la típica ansiedad, dudas y temor a ser humillados, a que nos hagan daño, a que nos saboteen planes futuros, en resumen, a aquellas infinitas posibilidades que consideran las personas normales cuando deciden si emprender o no una acción. Para aquellos de nosotros que hemos sido correctamente socializados, imaginar el mundo como lo hace el psicópata es casi imposible.

Capítulo 6
EL CRIMEN: LA ELECCIÓN LÓGICA

La fórmula del crimen.

Lo cierto es que la estructura de personalidad de los psicópatas supone un peligro para la sociedad. Como el gran tiburón blanco, se trata de una máquina de matar y fácilmente cae en el papel del criminal. Su capacidad para aprovechar cualquier situación que aparezca, combinada con su falta del control interno que conocemos como conciencia, da lugar a una potente fórmula para el crimen.
Así, por ejemplo, un psicópata como Jeffrey no deja escapar la ocasión cuando una jovencita en la playa le devuelve su deslumbrante sonrisa. No tardará mucho en pegarse a esa chica para obtener de ella toda la calidez, gratificación sexual, cobijo, comida y dinero que pueda, en nombre del «amor».

Los psicópatas como maltratadores de esposas.

Desde hace pocos años han aumentado la concienciación social y la intolerancia hacia el fenómeno de la violencia en el hogar, lo que ha dado lugar a una menor impunidad. Aunque las causas y la dinámica del maltrato a esposa; son complejas e implican una miríada de factores económicos, sociales y psicológicos, hay evidencia de que los psicópatas constituyen una proporción significativa de los maltratadores persistentes.
La sugerencia de que muchos de los hombres que maltratan de forma continuada a sus mujeres son psicópatas tiene importantes implicaciones en los programas de tratamiento.
Esto se debe a que la conducta de los psicópatas es notoriamente resistente al cambio (un tema que trataremos más adelante en este capítulo). Los recursos disponibles para llevar a cabo programas para maridos maltratadores son limitados y suele haber largas listas de espera. Los psicópatas, más que otros hombres, suelen estar muy dispuestos a asistir a esos programas simplemente para agradar al tribunal, pero raras veces para cambiar su conducta. Frecuentemente, lo único que hacen es que ocupar un sitio que le podría hacer mucho bien a otra persona.
Más aún, los psicópatas suelen impedir el buen funcionamiento de estos programas.
Quizás la peor consecuencia de enviar a un psicópata a este tipo de terapia es la falsa sensación de seguridad que proporciona en la esposa del maltratador. «Ha seguido un tratamiento. Seguro que ya está mejor», puede concluir la desdichada esposa, perdiendo una buena oportunidad para acabar con la relación.

Capítulo 7
PSICÓPATAS DE CUELLO BLANCO

A diferencia de los delincuentes de cuello blanco «ordinarios», los psicópatas engañan y manipulan no sólo a aquellos que les pueden proporcionar grandes sumas de dinero, sino también a sus amigos, familia y sistema judicial. Muchas veces, consiguen eludir la cárcel e incluso cuando los encarcelan suelen recibir una sentencia suave y una reducción de la pena, sólo para continuar donde lo dejaron antes.
Aun así, sus delitos tienen un efecto devastador en la sociedad.

Expertos en ganarse la confianza de los demás

Grambling era capaz de usar su encanto, sus habilidades sociales y sus relaciones familiares para ganarse la confianza de los demás. Le ayudaba la idea generalizada de que cierta clase de personas son de fiar debido a sus credenciales sociales o profesionales. Por ejemplo, generalmente, los abogados, médicos, profesores, políticos, orientadores y demás, no tienen que esforzarse mucho para ganarse nuestra confianza; la tienen en virtud de su posición. Frecuentemente, confiamos nuestros bienes y bienestar a médicos, abogados o asesores de inversiones. Sin embargo, si quien nos habla es un vendedor de coches, nuestras suspicacias se activan inmediatamente.
En la mayoría de los casos, estos profesionales no traicionan la confianza que depositamos en ellos, pero esa misma confianza nos convierte en presa fácil para cualquier tiburón que se nos ponga al paso. Los más peligrosos de todos esos timadores seres son los psicópatas. Después de hacerse con nuestra confianza, la traicionan con una insensibilidad asombrosa.
Uno de nuestros sujetos —le llamaré Brad—, un abogado de 40 años que puntuó alto en el Psychopathy Checklist, nos proporciona un buen ejemplo de cómo un psicópata usa su situación profesional privilegiada para satisfacer sus necesidades personales. Brad procede de una familia profesional respetada, tiene una hermana menor abogada y ahora cumple una condena de cuatro años por un fraude de varios millones de dólares. Brad robó el dinero de los fondos de inversión de varios clientes y falsificó cheques de las cuentas de sus padres y su hermana. Más tarde, declaró que sólo había tomado prestado el dinero ante una desastrosa racha de mala suerte en el mercado bursátil, pero que tenía la intención de «devolver hasta el último centavo y con intereses». De hecho, la reputación de vividor de Brad era bien conocida: había estado casado tres veces, conducía un Porsche, vivía en un piso carísimo, tomaba cocaína y había acumulado ingentes deudas con corredores de apuestas locales. Era muy bueno en «ocultar su rastro», pero, un buen día, las cosas se le fueron de las manos.
De todas formas, los problemas de Brad no eran nada nuevo. De adolescente, sus padres le sacaron de muchos apuros, la mayor parte de las veces por pequeños delitos como vandalismo y peleas, pero también, en una ocasión, por asaltar sexualmente a una prima suya de 12 años y, en otra, por empeñar unas alhajas de su madre que habían pertenecido a la familia durante generaciones.
Dada su personalidad, no nos sorprende que los psicópatas sean grandes impostores. No dudan en falsificar y usar sus impresionantes credenciales para adoptar, camaleónicamente, papeles que les dan prestigio y poder. Cuando las cosas se ponen feas, como normalmente sucede, simplemente hacen las maletas y se trasladan a otra ciudad.
En la mayoría de los casos, escogen profesiones en las que: es fácil falsificar el currículum, no hay dificultad en aprender rápido la jerga profesional y no se suelen pedir credenciales. Si la profesión puede reportar grandes beneficios a aquel que posea la confianza de los demás, mucho mejor. Por eso, algunos psicópatas suelen hacerse pasar por asesores financieros, sacerdotes, orientadores y psicólogos, aunque algunos de los papeles que adoptan son mucho más difíciles que ésos.
Hay psicópatas que se hacen pasar por médicos y diagnostican, recetan medicamentos e incluso llevan a cabo operaciones de cirugía. No les preocupa en absoluto poner en peligro las vidas de sus pacientes. Hace diez años, en Vancouver, vivía un hombre que se hizo pasar por cirujano ortopédico. Durante casi un año llevó a cabo operaciones quirúrgicas (la mayoría de ellas, fáciles, aunque en algunos casos, se atrevió con complicadas intervenciones). Llevaba un tren de vida caro y participaba en proyectos de beneficencia. Cuando empezaron a aparecer dudas acerca de su profesionalidad —relaciones sexuales con pacientes, procedimientos médicos dudosos y varias operaciones chapuceras — simplemente desapareció, y dejó en la estacada a una comunidad médica avergonzada y a muchos pacientes perjudicados física y emocionalmente.
Unos años después, apareció en Inglaterra, donde fue arrestado por hacerse pasar por psiquiatra. En el juicio se supo que también había ejercido de trabajador social, policía, agente de aduanas secreto y psicólogo especialista en terapia de pareja.
Cuando se le preguntó cómo se las había arreglado para actuar en tantos papeles, contestó: «Leo mucho». Su condena no fue muy larga. Es posible que, en estos momentos, sea un ciudadano más de su comunidad.

Objetivo: el más vulnerable

La idea de que un psicópata puede hacerse pasar por abogado o agente de inversiones no es muy reconfortante que digamos. Pero mucho más inquietantes son las calculadas violaciones de la confianza que lleva a cabo un pequeño número de profesionales —médicos, psiquiatras, psicólogos, profesores, orientadores, trabajadores sociales— cuyo trabajo es ayudar a los más vulnerables.
Los abusadores más terribles son los psicópatas, a quienes no importa en absoluto el daño que ocasionan a los niños que tienen a su cargo. A diferencia de los psicópatas, los abusadores digamos «normales», muchos de los cuales sufrieron abusos en la niñez, están desequilibrados psicológicamente y, muchas veces, experimentan angustia por lo que han hecho, pero los abusadores psicopáticos ni se alteran:
«Sólo tomo lo que está disponible», nos dijo uno de nuestros sujetos condenado por agredir sexualmente a su hija de 11 años.

Hacen lo que les resulta más natural

Sabemos que la mayor parte de los psicópatas engañan a la gente para conseguir diferentes fines: sacarles dinero, obtener prestigio personal, poder o, una vez en la cárcel, la libertad que anhelan. En cierto sentido, es difícil ver cómo podrían actuar de otro modo, dada la personalidad que tienen. Su naturaleza les ha dotado de manera excepcional para ello. Añada a ello esas llaves maestras de la vida que son las buenas apariencias y la facilidad de palabra, y así tenemos la receta perfecta para llevar una vida de timo y engaño.
Muchas veces, sus maniobras se ven facilitadas por la credulidad de la gente, personas que confían demasiado en la bondad del hombre.
No hace mucho cayó en mis manos un articulo de un periódico que llevaba por título «Con Artist's Latest Ploy—Telling the Truth» [El último ardid del experto timador: decir la verdad]. Describía las proezas de una persona que llegó a ser Hombre del Año, presidente de la Cámara de Comercio y miembro del Comité Republicano en la pequeña ciudad donde residió cerca de diez años. Dándoselas de doctor en psicología por Berkeley, se presentó a un puesto en la escuela local. «Ese trabajo me proporcionó 18.000 dólares —confesó más tarde—. Y mi plan era presentarme después al gobierno del condado, donde habría podido sacar 30.000. Después, quizá me habría presentado a diputado por el Estado.»
Un reportero local decidió comprobar los datos de su currículum y, excepto por el lugar y la fecha de nacimiento, aquel papel era una gran sarta de mentiras. («Hay que poner siempre un poco de verdad», le dijo al reportero, ofreciéndole un consejo gratis.) No sólo era un completo impostor, como descubrió el periodista, sino que tenía una larga carrera delictiva y antisocial: había cometido fraudes, suplantación de identidad y ya había estado entre rejas. Su único contacto con la universidad eran los cursos para adultos que había seguido desde la Penitenciaría Federal de Leavenworth. «Antes de ser un timador adulto había sido un timador infantil. Era el tipo de niño capaz de robar un uniforme de boy scout para hacer autostop. Le decía a la gente que recorría tal o cual distancia para realizar alguna tarea encomendada por un grupo excursionista y ganarse una medalla. Después, se alistó en el ejército del que desertó al cabo de tres semanas. Más tarde, se hizo pasar por piloto de la Royal Air Force. Convenció a mucha gente de que era un héroe de guerra. [...] Se pasó dos décadas recorriendo todo el país huyendo de los estafados. Por el camino dejó tres esposas, tres divorcios y cuatro niños. No tiene ni idea de lo que ha sido de todos ellos.»
Cuando se descubrió el engaño, no aparentó demasiada preocupación y afirmó que estaba seguro de que «esta gente de bien estará conmigo». «Un buen mentiroso sabe juzgar a la gente», añadió, un comentario que contiene más verdad que todo lo que ha dicho en su vida. Lo único que le avergonzaba era haber sido descubierto por un reportero local. Incluso así fue capaz de desmerecer el trabajo del investigador con el comentario: «Mi tapadera no era muy buena».
Quizá lo más destacable de este relato, aunque de ningún modo infrecuente, fue el hecho de que, lejos de condenar sus mentiras, la comunidad local a la que había timado corrió a defenderle. Y no sólo le dieron apoyo para salvar las apariencias: «Yo doy fe de su integridad y devoción al deber. Este hombre está a la altura del presidente Lincoln», escribió el presidente del Partido Republicano. Presumiblemente, la palabrería del impostor le tapaba los ojos. O quizás él y el resto de la comunidad no podían aceptar el hecho de que les hubiesen engañado así. Como dijo un periodista: «No hay delito más humillante para el americano que ser un estúpido».
Esta confianza ciega en la gente le hace la vida mucho más fácil al timador. Nuestro impostor vio las puertas abiertas delante suyo y empezó a hacer planes para entrar en la arena política. «Que reconozcan el nombre de uno es muy importante para un político, y ahora lo conoce mucha más gente que antes —dijo—. Sólo con esta publicidad puedo presentarme durante seis años.» La mayor parte de nosotros se sentiría humillado si se dijese públicamente que somos unos mentirosos, pero no el psicópata. Todavía puede seguir paseándose con la cara bien alta delante de su comunidad e incluso seguir dando discursos apasionados bajo su «palabra de honor».

Psicópatas predelincuentes

Sin embargo, muchos psicópatas nunca ingresan en la cárcel ni en ningún otro centro.
Parece que funcionan razonablemente bien —son abogados, médicos, psiquiatras, mercenarios, oficiales de policía, líderes religiosos, militares, hombres de negocios, escritores, artistas y demás—, sin contravenir la ley o, al menos, sin que les cojan. En realidad son tan egocéntricos, insensibles y manipuladores como el resto de psicópatas; sin embargo, su inteligencia, su familia, sus habilidades sociales y sus circunstancias les permiten construir una fachada de normalidad y obtener lo que desean con relativa impunidad.
Algunos estudiosos los llaman «psicópatas con éxito». Otros opinan que individuos de esa clase benefician a la sociedad. Según este argumento, debido a que son capaces de ignorar las normas sociales, los psicópatas inteligentes pueden trascender los límites del pensamiento convencional, aportando una chispa de creatividad a las artes, el teatro, el diseño y demás. Bajo mi punto de vista, por mucho que aporten, lo importante son los corazones rotos que dejan, las carreras que destrozan y la gente utilizada que dejan en el camino, todo en nombre de su necesidad de «expresar su verdadero yo».
Antes que llamarles psicópatas con éxito —después de todo, su éxito es frecuentemente ilusorio y siempre a expensas de otros—, prefiero darles el apelativo de psicópatas predelicuentes. Su conducta, aunque técnicamente no ilegal, viola los criterios éticos que tenemos la mayoría y se coloca en esa zona gris de la ley. Los psicópatas predelincuentes exhiben la misma conducta y actitud en todas las áreas de su vida, a diferencia de la gente que conscientemente adopta una actitud egoísta y sin escrúpulos en sus negocios, pero que son razonablemente honestos en otras áreas de su vida. Si mienten y engañan en su trabajo —y salen bien parados de ello o incluso los admiran— mentirán y engañarán en otras áreas de su vida.
Los individuos que operan en la zona gris de la ley tienen muchas probabilidades de que sus actividades se les vayan de las manos. En tales casos, el delito es simplemente una consecuencia natural de una estructura de la personalidad desviada que ha estado siempre presente. Lo que sucede es que gracias a la suerte, a sus habilidades sociales, a buenas tapaderas, a una familia protectora o amigos y socios que rechazan ver lo que está pasando, la verdad no sale a la luz hasta el final.
Millones de hombres, mujeres y niños sufren diariamente el terror, la ansiedad, el dolor y la humillación que les infligen los psicópatas que se encuentran en su vida.
Muchas veces, las víctimas no consiguen expresar a los demás cuál es la situación por la que están pasando. Los psicópatas son muy buenos a la hora de dar una buena impresión cuando les llevan a juicio y no es raro que, trágicamente, consigan hacer que las víctimas parezcan los culpables. Como me dijo recientemente una mujer —la tercera esposa de un profesor de 40 años—: «Durante cinco años me mintió, vivía con el miedo en el cuerpo y hasta falsificó cheques de mi cuenta bancaria. Pero todos, incluidos mi médico, mi abogado y mis amigos, me culpaban a mí del problema. Los tenía tan convencidos de que era un gran tipo y de que yo me estaba volviendo loca que empecé a creérmelo. Incluso cuando limpió mi cuenta bancaria y se fugó con una estudiante de 17 años, mucha gente todavía no se lo creía. Muchos querían saber qué le había hecho para que actuase de una manera tan extraña».

Tienen lo que hace falta

En segundo lugar, los psicópatas tienen lo que se necesita para defraudar y timar a los demás: facilidad de palabra, encanto, seguridad en sí mismos, control sobre las situaciones sociales, frialdad bajo presión, no les asusta la posibilidad de que les pillen y no tienen piedad. Incluso cuando quedan expuestos a la luz pública, pueden seguir como si nada hubiese pasado y muchas veces dejan a sus acusadores desconcertados y dudando acerca de sus sospechas.

El resto de las entradas sobre 'Sin Conciencia', así como más información sobre psicópatas integrados, puede encontrarse AQUÍ.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre, brillante.

Anónimo dijo...

Sin conciencia, sin escrúpulos, sin corazón...sin nada de nada. Simplemente, Ignorantes.
Da gusto leer y aprender así. Por que me parece que hay más psicópatas pululando a nuestro alrededor, en la vida cotidiana, de lo que creemos.
Y cuanta más información voy teniendo, más claro lo tengo.

Anónimo dijo...

Y más interrogantes voy cerrando, claro.

Anónimo dijo...

He observado que desde que a unos cuantos que tengo identificados los trato más friamente, y no permito ningun tipo de manipulación, como por arte de magia ya ni se me acercan.
Gracias Tavo. Feliz 2012.

Anónimo dijo...

Nunca debiste dejarte manipular, amigo. Y, más, siendo consciente de que lo eras.
Pero nunca es tarde.Para nada.

Anónimo dijo...

Prepotencia se llama al presumir de que nunca se será manipulado, pues es reconocer que se desconocen las propias vulnerabilidades.

Anónimo dijo...

Que es tener conciencia? conciencia del medio o conciencia entendida como pensamiento como ser?
La conciencia del medio es un conjunto de connotaciones culturales, sociales, etc, un caracter de preservación social.
Esta claro que estas no ven, no sienten el mal en el otro del que se disponen a crear o han creado y observan el sufrimiento del otro sin un aparente escrupulo por que vuelven a reincidir una y otra vez.Nunca se arrepienten.
El egocentrico narcisista neurotico siente el castigo sabe lo que esta bien y mal,pero es incapaz de sentir empatia hacia el otro,el mundo gira a su alredeor en vez de al revés.Este no ve que la fuente de su sufrimiento neurotico es la capa que lo envuelve,el narciso.
El psicotico tiene conciencia pero carece de conciencia social ya que los axiomas en él están disociados,no le producen conflicto.Es un narciso sin conflicto y su inteligencia se ve reconpensada.
Un misterio, un enigma, un dilema.

Anónimo dijo...

Grecia comprará armas a sus socios de la UE con el dinero del rescateEl Ministerio de Defensa adquiere armamento en Francia, Alemania y EEUU mientras el resto de departamentos sufren recortes.

http://www.libremercado.com/2012-01-10/grecia-comprara-armas-a-sus-socios-de-la-ue-con-el-dinero-del-rescate-1276446334/

Anónimo dijo...

´Una guerra no se gana matando, sino dejando dinero que no podrás devolver´

http://www.diariodemallorca.es/mallorca/2012/01/10/guerra-gana-matando-dejando-dinero-podras-devolver/734700.html

Anónimo dijo...

ALBERTO JUAN BENEDETTI - Beto - es un vividor y manipulador de 71 años, residente en la ciudad de Lobos.

ALBERTO BENEDETTI intenta dar lástima con su miserable vida, y mediante mentiras y engaños intenta ser mantenido económicamente por mujeres, sobretodo viudas.

Alberto Benedetti, es un parásito, que viaja con regularidad a la ciudad de Buenos Aires, y
ha sido deudor alimentario de sus tres hijos durante muchos años:
según sigue publicado en internet:
SECCION JUDICIAL
www.gob.gba.gov.ar/html/gobierno/diebo/boletin/24610/secjud.htm‎
Informe deudas inmobiliaria y municipal en autos “Sosa Elda c/Benedetti Alberto Juan s/Alimentos” Expte. 144/96. Roque Pérez, Noviembre 15 de 2002.

Alberto J. Benedetti
02227 15537782
POR 3 DIAS - El Juzgado de Paz Letrado de Roque Pérez hace saber que la martillera Lilian de Miranda (Tel/Fax 0221 4820952) subastará EL 29 DE NOVIEMBRE DE 2002 A LAS 12 HS en Lobos Athletic Club calle Castelli esq. Salgado de Lobos, Empalme Lobos Matriculas 3215 y 5650 (62) Nom. Cat. II, E; 25; Manz. 25b, Parc. 23 Sup: 414,70 m2 y Parc. 24, Sup. 377 m2 Unificadas en Parc. 23a al solo efecto impositivo. Condición de venta: Contado y mejor postor. Base: $ 19.408. Ocupado por Claudio Daniel Arce y flia (contrato vigente h/ 31/12/02) Seña 10%. Comisión 3% c/p. Sellado 1 %Todo efectivo. El comprador deberá constituir domicilio, en radio de Juzgado. Compra en comisión de acuerdo art. 582 CPC. Exhibición mismo día remate de 10,30 a 11,30 hs. Informe deudas inmobiliaria y municipal en autos “Sosa Elda c/Benedetti Alberto Juan s/Alimentos” Expte. 144/96. Roque Pérez, Noviembre 15 de 2002. María José Orlando, Secretaria.
L.P. 22.033 – nov. 26 v. nov. 28